En el 2018, fui a Arequipa para celebrar el aniversario del viaje que cambió mi forma de ver la vida. Además, coincidió con la “reestructuración laboral” que hacían en mi empresa y eso me dio pie a quedarme más tiempo. Así, tuve un día completo para dedicarle al convento de Santa Catalina (si quieres espantarte este es el lugar indicado).
Para hacer la historia corta, las monjas vivían ahí como en mini departamentos y se dividían de acuerdo a su clase social. Las que estaban en las viviendas azules tenían más dinero que otras (recordemos que este convento es de la época en la que las familias pagaban por tener un pariente religioso).
Creo que por eso la vibra es extraña, no se siente la paz que deberían transmitir personas de fe y, sin embargo, gente como yo paga por ver cómo existían en el pasado. Miedo.
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Ficha Técnica de la foto en el microcuento:
Iphone 5S.
Arequipa, Perú. 2018.
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