A decir verdad, no recuerdo específicamente qué estábamos haciendo. Por su mirada, asumo que yo me encontraba en mi cuarto comiendo o que la estaba fastidiando. Sí, fastidiando. A veces le ronroneaba con mi mano, como si fuera un títere mal armado o el amigo invisible de Dani, solo que sin escribir en las puertas “Redrum”.
Redrum.
RedRum.
Me demoré en entender a qué se refería esa palabra después de ver la película.
Por aquellos años yo tendría… ¿21 años? Kala tendría unos seis. Me gustaba merendar en mi cama mientras veía algo en un televisor de 2x2, a más de metro y medio de donde reposaba. Hoy pienso que mi miopía sufría más de lo necesario, pero me hacía feliz la compañía de Kala. Le gustaba apoyar su cabecita en mis piernas y a mí me agradaba sentir su comodidad, que a la larga se convertía en mi incomodidad.
Uno de esos días debo haber tenido la cámara en mano. Ella seguro dejó descubierta mi pierna para tratar de robar comida… y así tomó forma la primera historia.
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Ficha Técnica de la foto en el microcuento:
Canon, PowerShot A540.
Lima, Perú. 2009.
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